sábado, 12 de julio de 2008

Sobre MI voluntad de Saber... sobre sexualidad y Foucault



Iniciación de discursos.-


Siglo XVII: sería el comienzo de una edad de represión, propia de las sociedades
llamadas burguesas, y de la que quizá todavía no estaríamos completamente liberados. A
partir de ese momento, nombrar el sexo se habría tornado más difícil y costoso. Como si
para dominarlo en lo real hubiese sido necesario primero reducirlo en el campo del
lenguaje, controlar su libre circulación en el discurso, expulsarlo de lo que se dice y apagar
las palabras que lo hacen presente con demasiado vigor. Y aparentemente esas mismas
prohibiciones tendrían miedo de nombrarlo. Sin tener siquiera que decirlo, el pudor
moderno obtendría que no se lo mencione merced al solo juego de prohibiciones que se
remiten las unas a las otras: mutismos que imponen el silencio a fuerza de callarse.
Censura. Pero considerando esos últimos tres siglos en sus continuas trasformaciones, las
cosas aparecen muy diferentes: una verdadera explosión discursiva en torno y a propósito
del sexo. Entendámonos. Es bien posible que haya habido una depuración —y
rigurosísima— del vocabulario autorizado. Es posible que se haya codificado toda una
retórica de la alusión y de la metáfora. Fuera de duda, nuevas reglas de decencia filtraron
las palabras: policía de los enunciados. Control, también, de las enunciaciones: se ha
definido de manera mucho más estricta dónde y cuándo no era posible hablar [26] del sexo;
en qué situación, entre qué locutores, y en el interior de cuáles relaciones sociales; así se
han establecido regiones, si no de absoluto silencio, al menos de tacto y discreción: entre
padres y niños, por ejemplo, o educadores y alumnos, patrones y sirvientes. Allí hubo, es
casi seguro, toda una economía restrictiva, que se integra en esa política de la lengua y el
habla —por una parte espontánea, por otra concertada— que acompañó las redistribuciones
sociales de la edad clásica.
En desquite, al nivel de los discursos y sus dominios, el fenómeno es casi inverso.
Los discursos sobre el sexo —discursos específicos, diferentes a la vez por su forma y su
objeto— no han cesado de proliferar: una fermentación discursiva que se aceleró desde el
siglo XVIII. No pienso tanto en la multiplicación probable de discursos "ilícitos", discursos
de infracción que, con crudeza, nombran el sexo a manera de insulto o irrisión a los nuevos
pudores; lo estricto de las reglas de buenas maneras verosímilmente condujo, como
contraefecto, a una valoración e intensificación del habla indecente. Pero lo esencial es la
multiplicación de discursos sobre el sexo en el campo de ejercicio del poder mismo:
incitación institucional a hablar del sexo, y cada vez más; obstinación de las instancias del
poder en oír hablar del sexo y en hacerlo hablar acerca del modo de la articulación explícita
y el detalle infinitamente acumulado.

lunes, 27 de agosto de 2007

Sujeto o Individuo...¿Quién Trabaja?





Sujeto o Individuo: ¿Quién Trabaja?

“Intentaré convertir las sombras en palabras”
Barahona, E. (2007)


Intento poder investigar, teniendo como base los postulados psicoanalíticos de la diferencia entre sujeto e individuo, como es posible articular, buscar una explicación y poder argumentar en lo que refiere a la vida laboral moderna, como el ser humano, acorde a sus carencias y posibilidades, debe verse enfrentado a la razón de producir. Intento con esto tener 4 conceptos a ser des/cifrados, des/cubiertos y articulados en nuestra investigación, teniendo como base “el mundo laboral/capitalista actual” y lo que puede decir el psicoanálisis. Los conceptos a mi modo de entender sería:

Capitalismo
Trabajo
Individuo
Sujeto

Dejo la puerta abierta a los dos últimos conceptos.

Desde una perspectiva clásica, se suele decir que la cuestión de la subjetividad ha marcado la historia de la filosofía desde sus orígenes. Subyace en una afirmación de este tipo la idea de un sujeto esencial o trascendental, que busca una fundamentación de sí mismo por medio del pensamiento. A lo largo del siglo XX esta concepción del sujeto ha sido cuestionada desde diversas perspectivas, pero siempre manteniendo como referente inmóvil esa sombra en singular que llamamos sujeto. A esta sombra se ha superpuesto otra exitosa invención, vinculada a la aparición del capitalismo: el individuo, y su fundamento necesario, la identidad. Los efectos de este discurso en la disolución de los vínculos sociales están a la vista.
Para el psicoanálisis el sujeto no es una entidad primaria, homologable con el individuo o con un cuerpo humano, sino una construcción que cada infante debe llevar a cabo a partir de su encuentro con el significante, es decir, con la realidad humana constituida a partir de la existencia del lenguaje. Esta constitución subjetiva es concebida a menudo dentro del psicoanálisis como la instauración de la falta, de la dimensión de la carencia, de la cual, como privilegio ante los animales, sólo es consciente el ser humano. Dicho en otros términos: el sujeto, gracias al lenguaje, puede no sólo saber sino también, conocer, esto es, saber que sabe, pero a la vez, por la misma condición de que puede conocer, saber que no sabe. Es así como se puede hablar de la existencia de un sujeto del inconsciente: un saber fundamental y con frecuencia determinante para el sujeto, pero al que éste no puede acceder sino a medias. Por tanto sostengo:
- individuo: Lo pienso desde “lo individual” como rasgo empírico de la condición humana, individuo lo sostengo desde la organicidad indivisible de todo lo que hace o padece. Lo que caracteriza al individuo es su indivisibilidad. Individuo y sujeto no son en absoluto sinónimos ni términos genéricamente intercambiables.
- sujeto: Considero al sujeto como el individuo atravesado por el lenguaje. Esto implica que la influencia del lenguaje en la vida humana forma parte estructural de aquello que nosotros identificamos como humano y es sustento de todo cuanto pueda referirse a la identidad y a la interacción. El sujeto es el individuo sujeto (“colocado debajo”) al lenguaje. Esta lectura rompe en cierta medida la tradicional visión del sujeto según la cual es precisamente el sujeto quien, a diferencia del objeto, tiene acción y protagonismo en el hacer. La condición de sujeto expresa la dependencia de lo humano (individual o colectivo) respecto del lenguaje, y se diferencia del objeto en la medida en que se posiciona en relación a él (al lenguaje) de otra manera. El sujeto es producto del lenguaje y puede operar desde él y sólo desde él. El sujeto, a diferencia del individuo, es una estructura que como tal es inconsistente y lleva en sí lo múltiple como condición existencial. El sujeto es sujeto escindido, es decir, intrínsecamente dividido o roto. El sujeto se caracteriza por su relación intrínseca con el lenguaje, su inconsistencia y la escisión que lo divide.


Mis preguntas:

¿Quién trabaja?, ¿Individuo o Sujeto?

¿El trabajo es solo para sujetos escindidos?

¿Qué aporta la Psicología Organizacional a la dualidad “Individuo/Sujeto”?

¿ Es la Psicología Organizacional para Individuos o Sujetos?

sábado, 28 de julio de 2007

Lo esperado es hoy ya un manifiesto


Éste es ya, mis amigos, mi departamento:
dos piezas, dos baños, gimnasio, sauna, jacuzzi y piscina.
Tendré que vivir a la moda actual, yo, el hombre y mi historia turbulenta.
Se ve perfectamente el sol, no se oye el viento, más asoma frondosa la montaña al despertar.
No hay donde cultivar una violeta; los pasos quedan y la voz discreta,
no se enoje vecino mío soñoliento si en algún instante mi desesperación asecha.
Cinco pisos se alzan sobre mi cabeza;
sobre mi actividad o mi flaquezagravita, hierro y piedra, un mundo entero.
Nadie sabrá mi risa ni mi llanto...¡cuán grande deberá de ser mi entusiasmopara llenar de luz este agujero!

Harto ya de alabar mi morena piel,
mis extremos y perfecciones,canto al jardín azul de mis pulmones y a mi tráquea elegante y anillada.
Canto a mi masa intestinal rosada,al bazo, al páncreas, a los epiplones,al doble filtro gris de mis riñonesy a mi Inconsciente profundo y renovado

martes, 26 de junio de 2007

¿Cómo puede uno ponerse a salvo de aquello que jamás desaparece?



Queda algo así como 14 días para terminar todos los aspectos formales que me ligan al estudio del Magíster, son las 19.45, y vengo llegando a mi casa con un hambre de las de antaño. Salí del trabajo a eso de las 6, pero ya se sabe; cuando tienes que depender de calles simples y poco transitadas a esa hora… Santiago es una ciudad imposible. Llegue a la puerta de mi pieza, y me la vi cerrada. Con llave. Eso es bastante extraño en mi casa, ya que la puerta siempre está abierta para quien la necesite. Por suerte ese día me había llevado la llave…logre abrir. Nadie en la cocina, nadie en el comedor, la comida brilla por su ausencia, un enorme silencio llena la casa. Abro la puerta del cuarto de mi gran Otro, y no hay nadie.
Queda poco menos de un mes para cambiarme a mi departamento, fue extraño vivir lo que parece ser lo que se experimentara en mi propia casa, me senté y pensé: ¿Es esto lo que quiero?, después de un largo rato reflexione que la vida humana no se toca en un solo registro: hay ecos, intercambios, y hay quien afronta la historia sin haber afrontado nunca las pasiones, hay quien es libre con las costumbres y piensa de manera corriente, y quien vive como todo el mundo y cuyos pensamientos sacan de raíz todas las cosas. Vuelvo a preguntarme ¿Si no es ahora cuando?, Recordé por un instante (Recalco que SOLO UN INSTANTE) a un Profesor de apellido Witto, el cuál manifestaba que “Cuando dejamos de hablar…escribimos”, frente a esto sostengo que la vida humana se toca en un solo registro: El hombre habla. La escritura se ha conformado como historia. Somos, entonces, inevitablemente, el todo unitario donde pasión e historia transcurren. En fin… no quiero escribir sobre eso, quiero escribir sobre un imposible que en tanto real estoy al paso…vivir solo.

…Estoy pensando en el Esquema L(ele) de Lacan, ya luego mantendré unas líneas al respecto

domingo, 10 de junio de 2007

... Solo el amor permite al goce condescender al deseo


Por ejemplo, rara vez estoy contento. En la última reunión no lo estuve en absoluto, porque intenté volar sin duda demasiado alto, y estos aleteos tal vez no fueron lo que les habría dicho si todo hubiese estado bien preparado. Sin embargo, algunas personas benevolentes, las que me acompañan a la salida, me dijeron que todo el mundo estaba contento. Posición, supongo, muy exagerada. No importa, así me dijeron. En ese momento, por lo demás, no quedé convencido. Pero, ¡vamos! Me hice esta reflexión: si los otros están contentos, eso es lo principal. En esto difiero yo de un planeta.
No es simplemente que me hago esta reflexión, además es verdad: lo esencial es que ustedes estén contentos. Diré aún más: al serme corroborado que estaban contentos, pues bien, Dios mío, me puse contento yo también. Pero, de todos modos, con una pequeña diferencia. No del todo contento contento. Hubo un espacio entre ambos. En el lapso de darme cuenta de que lo esencial es que el otro esté contento, yo habría seguido con mi no-contento.
Entonces, ¿en qué momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy contento, 0 en el momento en que estoy contento porque los otros están contentos? Cuando se trata del hombre, tal relación entre la satisfacción del sujeto y la satisfacción del otro-entiéndanlo bien, en su forma más radical-siempre está en tela de juicio.
Quisiera que el hecho de tratarse, en esta ocasión, de mis semejantes, no les engañe. Tomé este ejemplo porque me había jurado tomar el primero que apareciera tras la pregunta con que los dejé la vez pasada. Pero espero hacerles ver hoy que sería errado creer que se trata aquí del mismo otro que ese otro del que a veces les hablo, ese otro que es el yo, o, para ser más precisos, su imagen. Aquí hay una diferencia radical entre mi no satisfacción y la satisfacción supuesta del otro. No hay imagen de identidad, reflexividad, sino relación de alteridad fundamental.
Hay que distinguir, por lo menos, dos otros: uno con una A mayúscula, y otro con una a minúscula que es el yo. En la función de la palabra de quien se trata es del Otro.

Lacan, J; Seminario 2, El yo en la teoría de Freud, clase 19, 1955
Hablar a pesar de todo es la única manera… ¿De gozar?”

Barahona, E (2007), Manuescrito no publicado

Miraré el goce desde Lacan partiendo desde Freud, para entenderlo y cuestionarlo (o abrir una nueva relación) es necesario partir desde el postulado freudiano de energía psíquica, donde Freud postula que el ser humano esta atravesado (Atravesado por la falta) por la aspiración constante, jamás realizada de alcanzar el fin de la felicidad absoluta. Desde el Seminario 2, El yo en la teoría de Freud encuentro un indicador interesante:

“Rara vez estoy contento (…) porque intenté volar sin duda demasiado alto, y estos aleteos no fueron lo que les habría dicho si todo hubiese estado bien preparado”

Esta aspiración podemos asimilarla al Deseo (¿satisfecho o insatisfecho?). Según J.D. Nasio (1992) esta felicidad absoluta reviste diferentes figuras, entre las cuales esta la de un hipotético placer sexual absoluto experimentado durante el incesto. Esta aspiración que se denomina deseo, este impulso originario en las zonas erógenas del cuerpo, genera un estado penoso de tensión psíquica. (Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan). Esta tensión, tanto o cuanto mayor sea la pulsión afectara insoslayablemente la actividad psíquica, ante el aumento de tensión el deseo se vera envuelto en dos vías: Vía de la descarga (Donde la energía se libera y se disipa), vía de la retensión (Donde la energía se conserva y se acumula). Se puede imaginar o plantear un tercer destino de la energía psíquica (estado netamente hipotético, jamás realizado por el deseo) un estado hipotético de descarga total.

Hecho este breve recorrido es que busco plantear una suerte de emparejamiento o de establecer un paralelo a l que plantea Lacan en relación al goce. Por un lado encontramos el goce fálico (Energía disipada, descarga parcial) donde se “abre-cierra” el acceso del goce al exterior. Por otra vía encontramos un “plus” de goce (Goce que permanece retenido al interior del sistema psíquico) al cuál el falo le impide la salida. El “plus” me llevaría a pensar que la parte de la energía psíquica no descargada, ese goce residual, es un exceso que incrementa constantemente la intensidad de la tensión interna. Y un tercer momento donde es posible pensar un Goce del Otro, pensando en un caso ideal, en el cual la tensión habría sido totalmente descargada, goce que el sujeto supone a otro, siendo el otro un ser supuesto. La falla estructurante del sujeto y la hiancia que comporta el deseo humano, determinan que la verdad del goce que nos habita resulte velada como en los misterios. Esto supone la operación de los nombres del padre y la vía hacia lo simbólico que ella habilita. Señalar el trabajo de reorganización que operó Jacques Lacan sobre el padre del Edipo freudiano, implica situar el trayecto seguido por él en relación al Nombre del Padre a lo largo de su obra, hasta orientar el psicoanálisis lacaniano en un más allá.
En un primer momento, ubicado en la concepción de la metáfora paterna; otro momento, en el viraje que plantea el paso del mito a la estructura, como así también, el movimiento que va de lo singular a lo plural; y por último, la conceptualización del padre en relación a la causa. La interrogación ¿Qué es un padre? que recorre el Seminario 4 “Las Relaciones de Objeto” (1956-1957), es la manera que Lacan nos propone de abordar la cuestión del significante del padre. A esta altura hace recaer el acento principalmente sobre el registro simbólico. De lo que se trata en los comienzos del Edipo, es que el sujeto se enfrente al orden simbólico que hace de la función del padre el centro de toda la organización simbólica, ya que la función del padre es la de ser un significante que sustituye al primer significante que es el deseo de la madre. Esta vía de intervención del padre como sustitución es la metafórica. Entonces, a través del arribo a la formalización de la metáfora paterna, es decir concibiendo el Nombre del Padre como metáfora; Lacan traduce el Edipo freudiano en escritura. Es así como sitúa en un orden de discurso las cuestiones del padre, al ubicar el pasaje del saber mítico a lo que es de estructura. Si bien Freud tuvo que construir un mito moderno como Tótem y Tabú para explicar que, si subsiste algún padre ha de ser el padre muerto, el padre asesinado; Lacan define la equivalencia freudiana -del padre muerto como la condición del goce para todo sujeto-, como operador estructural. Es en este sentido que el mito se trasciende y pasa a ser un enunciado de lo imposible, cuyo signo de lo imposible es que el padre muerto sea el goce. Es allí que Lacan puede decir que gracias a Freud se consigue ir más allá de lo que el mismo Freud habría puesto bajo la forma del asesinato del padre, ya que si desde el origen el padre está castrado, entonces la castración no puede tener su inicio en el padre. Entonces define la castración como una operación real, introducida por el significante que determina al padre como real imposible y da como resultado la causa del deseo. A partir de esta formalización el padre queda designado como S1, significante amo que, en cuanto tal, es pura función lógica vaciada de lo mítico y definido como operador estructural. Lacan opera una relativización del Nombre del Padre en el pasaje del singular al plural, y lo conduce a ubicar la categoría del significante amo, diciendo que en tanto tal, cualquier significante puede sostener la función. Según nos enseña Lacan, en el inicio, la pulsión se gesta en la demanda del Otro y el sujeto se constituye alienándose en el campo del Otro, soporte, además, de un reconocimiento imprescindible. Vínculo, lazo, relación, conjunto, organización, grupo son algunas de las denominaciones con las que se nombra en nuestra cultura, la relación del sujeto con el otro. Al mencionarlas no estamos hablando de una relación dual narcisista sino de aquella que siempre incluye la terceridad de la castración.
Hecha esta aclaración, continuamos. Pensamos el campo de lo vincular como un “entre”, entre dos, entre nos, que tiene cualidades agregadas respecto de los sujetos que lo componen porque en la relación del sujeto con el otro hay un plus, un suplemento que remite a un espacio de combinatoria que será original en cada lazo. Trama que alude a la complejidad producida por el “entre nos” y a la eficacia sobre los sujetos involucrados bajo su órbita en lo real, lo simbólico y lo imaginario. Este conjunto en donde se juega el lazo del sujeto con el otro real sostiene cierta combinatoria deseante y las relaciones fantasmáticas que adjudican posiciones para cada integrante del mismo. Espacio donde se anudan y desanudan el amor, el deseo y el goce de cada uno y un vacío. No tenemos con que vincularnos, lo hacemos desde la falta que intentamos velar y develar para amar, desear y gozar dentro del orden fálico. Cuando falta la falta, gozamos desamarrados.
Vayamos al texto, al escrito de Lacan: “Entonces, ¿en que momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy contento, o en el momento en que estoy contento porque los otros estan contentos?” Este párrafo nos incluye el pensar que es deseo es del deseo del otro, Lacan se ha dedicado a centrar de nuevo los descubrimientos freudianos en torno a la noción de deseo y a volver a colocar este concepto en el primer plano de la teoría analítica. Dentro de esta perspectiva, se ha visto inducido a diferenciarlo de conceptos tales como el de necesidad y el de demanda, con los que a menudo se confunde. El deseo nace de la separación entre necesidad y demanda; es irreductible a la necesidad, puesto que en su origen no es relación con un objeto real, independiente del sujeto, sino con la fantasía; es irreductible a la demanda, por cuanto intenta imponerse sin tener en cuenta el lenguaje y el inconsciente del Otro, y exige ser reconocido absolutamente por él (¿Identidad o diferencia?). Vuelvo al escrito de Lacan donde nos manifiesta: “Lo esencial es que ustedes esten contentos. Diré aun más: al serme corroborado que estaban contentos, pues bien, Dios mío (otro), me puse contento yo también”. El concepto de deseo ocupa una posición central en el pensamiento de Lacan al sostener que "el deseo es la esencia del hombre"; el deseo es al mismo tiempo el corazón de la existencia humana y la preocupación central del psicoanálisis. No obstante, cuando Lacan habla de deseo no se refiere a cualquier clase de deseo, sino siempre al deseo inconsciente, es por esto que lo interesante es que en el trayecto del goce al deseo, este implica siempre la presencia del otro, la presencia de la experiencia del Otro primordial. Dirá Lacan: “Aquí hay una diferencia radical entre mi no satisfacción y la satisfacción supuesta del otro. No hay imagen de identidad, reflexibidad, sino relación de alteridad fundamental”. Aunque la verdad acerca del deseo está presente en alguna medida en toda palabra, la palabra nunca puede expresar la verdad total sobre el deseo: siempre que la palabra intenta articular el deseo, queda un resto, una demasía, que excede a la palabra. Por lo tanto: “En la función de la palabra de quien se trata es del Otro”, agrego en lo particular: del Otro primordialLa necesidad es un instinto puramente biológico, un apetito que surge de los requerimientos del organismo, y que se elimina por completo (aunque sólo temporariamente) cuando es satisfecho. El sujeto humano que nace en un estado de desamparo, es incapaz de satisfacer sus propias necesidades, y por lo tanto depende del Otro para que lo ayude a hacerlo. A fin de lograr la ayuda del Otro, el infante tiene que expresar sus necesidades vocalmente: la necesidad tiene que articularse como demanda. La tensión entre la dialéctica del deseo y la inercia pulsional gravita sobre toda la enseñanza de Lacan. De un lado el deseo y sus vías de acceso, el desciframiento de los significantes que configuran el texto inconsciente para el sujeto. De otro, la pulsión y su atípica satisfacción, el goce, lo que escapa al significante, el trabajo silencioso que de decir algo diría “eso quiere gozar”, gozar al margen del Otro, pues el Otro no es el partenaire de la pulsión. Pero del goce conocemos lo que el sujeto habla, lo que el sujeto ha conectado al significante. Es a partir de estas coordenadas que el dispositivo analítico posibilita un trabajo inédito con la palabra y el silencio en la transitoriedad entre el deseo y el goce.

domingo, 20 de mayo de 2007

Sobre una paciente "con" nombre Magdalena

"te juro que era como un fantasma…asi como que no tengo ni rasgos…"
Murillo, M. (2007)
Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas... sostener simultaneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas, emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, olvidar cuanto fuera necesario olvidar, y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo...
¿Limítrofe?
Barahona, E.( 2007)

domingo, 6 de mayo de 2007

Sobre ese arte llamado Psicoanálisis


PREGUNTAS MÁS FRECUENTES SOBRE EL PSICOANÁLISIS

¿En qué puede ayudar un psicoanálisis?

Cuando una persona pide ayuda a un terapeuta, habla de su sufrimiento y de sus síntomas, pero no sabe qué explicación dar de ello, ni cómo solucionarlo. Freud descubrió que la razón de esta imposibilidad era, sin lugar a dudas, de carácter inconsciente, es decir, por motivos que escapaban a la conciencia de la persona aquejada del malestar. Un psicoanálisis, por tanto, puede ayudar a una persona a encontrar las causas inconscientes de su malestar y permitirle hacer posible todos los cambios necesarios para acceder a la salud y al deseo, o al menos a que la vida se le haga más agradable.


¿Cómo empezar un psicoanálisis?

El primer paso a dar es el de reconocer y estar mínimamente convencido de que se quiere hacer un análisis, después hay que hacer una llamada telefónica al psicoanalista solicitando una primera cita. El analista le recibirá y escuchará lo que dice acerca del problema que le aqueja. Una vez confirmado por el psicoanalista que este es el tipo de ayuda que más conviene a la persona que lo solicita, se seguirán sucediendo una serie de sesiones en las que se irá ordenando el marco necesario para que el analizante entre a trabajar verdaderamente sobre su inconsciente.


¿Cómo se desarrolla un psicoanálisis?

El método psicoanalítico se ordena en sesiones semanales que pueden ser dos, tres o más dependiendo de cada analizante. La duración de cada sesión es variable, desde cinco minutos hasta más de media hora, dependiendo de lo que vaya sucediendo en las sesiones. Las sesiones suelen ser de Lunes a Viernes, salvo casos de urgencia, y, aunque hay una gran flexibilidad horaria para adaptarla a la disponibilidad de tiempo de cada analizante, responder con puntualidad a la cita asignada es imprescindible. La duración total del análisis también va a depender del tiempo que cada analizante necesite para encontrar su bienestar. El psicoanalista no utiliza medicamentos de ningún tipo; si fueran necesarios, éstos serían suministrados por un médico especialista.


¿Qué tiene que saber una persona para psicoanalizarse?

NADA. Hay niños que se psicoanalizan. La única regla fundamental que tiene que cumplir un analizante es la de decir todo lo que se le pase por la cabeza; es lo que se denomina "Asociación Libre". Es labor del psicoanalista operar con esa Asociación Libre para que el propio analizante deshaga los nudos que le tienen atrapado. Evidentemente, todo lo dicho en las sesiones está protegido por el secreto profesional.


¿Qué es el psicoanálisis?

El psicoanálisis es el saber que se ha ido elaborando a partir de que Sigmund Freud descubriera el Inconsciente. Este saber, también, puede ser aplicado a los trastornos psicológicos, con el fin de encontrarles una solución, o de mejorar el grado de bienestar de la persona que los padece.Para conseguir tales efectos, se parte de la idea de que las causas que producen dicho malestar son de carácter inconsciente, es decir, que están fuera del alcance de la conciencia de la persona afectada. Para conseguir que estos datos inconscientes puedan acceder a su conciencia, es necesaria la intervención de otra persona, capacitada para aplicar un psicoanálisis, que le permita acceder a todo aquello que le afecta, pero de lo que no puede saber nada, ni decir nada.Esta doble vertiente de estar afectado por algo y, al mismo tiempo, no poder decir nada de ello, termina creando una incomodidad, un malestar, que es lo que en psicoanálisis se llama Síntoma.


¿Qué aportó Freud al descubrir el inconsciente?

El psicoanálisis es el saber que se ha desplegado en torno al descubrimiento del inconsciente. Este descubrimiento nació en el contexto del interés que tenía Freud por las enfermedades mentales, inicialmente la histeria, y es por esto que una de sus vertientes es la terapéutica.Sus investigaciones le llevaron a comprender que si una persona era capaz de admitir esos contenidos inconscientes, al mismo tiempo se disolvían los síntomas; pero observó que no era fácil conseguirlo, ya que el propio paciente ponía muchas resistencias, y había que inventar un dispositivo para lograrlo.La genialidad de Freud estriba precisamente, en esta doble vertiente de su aportación al saber; como descubridor aportó el concepto de inconsciente y como inventor ideó la manera de hacer que su descubrimiento se pudiera aplicar a personas concretas para aliviarlas de su mal.


¿Qué es un síntoma?

Un síntoma es el fenómeno revelador de una enfermedad, o la señal, el indicio de que una cosa está sucediendo o va a suceder y que esa cosa no marcha bien. Cuando el síntoma aparece, hace que el propio afectado se alarme y se pregunte sobre lo que le pasa. Posteriormente, puede decidir buscar ayuda; por eso el punto de arranque de una demanda psicoanalítica suele ser el de una persona que llega con su malestar, su síntoma, pidiendo que alguien le ayude a comprender qué significa todo lo que le está pasando. Con el tiempo, un analizante descubrirá que su síntoma habla, es decir, que en torno a él , o desde él se ha desplegado un discurso que desconocía y que, poco a poco, le va a ir brindando un saber nuevo sobre sí mismo.


¿Para qué sirve la pregunta?

El hecho de que alguien se pregunte por lo que le pasa significa que, aunque no puede decirlo, supone que alguien sí lo sabe y se lo puede revelar. Esta suposición es la que le va a permitir abrir la puerta de entrada a la investigación sobre su propio inconsciente, y acceder a ese saber que, aun teniéndolo, le es totalmente desconocido. Este desconocimiento, producto de la Represión, al principio es la manera más adecuada que encuentra un sujeto para poderse crear una vida, un camino; en otras palabras, es la solución más generalizada que encuentran los seres humanos para ser capaces de hacerse un lugar en el mundo. El hecho de que una persona no renuncie a querer tener un lugar en el mundo, significa que no quiere renunciar a tener identidad propia, pero, paradójicamente, sucederá que todo aquello a lo que renunció volverá en forma de un síntoma que, de forma muy resumida, dirá: sin todo aquello de lo que no quisiste saber nada, pero que te pertenece, no conseguirás tu objetivo.


¿Para qué sirve acceder al saber sobre el inconsciente?

El hecho de que una persona consiga de modo espontáneo mantener un equilibrio psíquico, a partir de la renuncia a saber, no significa que comprenda las razones por las que lo consigue. En ese sentido, tanto las personas que se sienten bien, como las que sufren un malestar coinciden en estar afectados por un desconocimiento sobre aquello que les ha llevado al estado en el que se encuentran.Cuando, en algún momento de la vida, esa capacidad de organización psíquica fracasa, acceder al contenido que hay detrás de ese desconocimiento va a permitir la elaboración de un saber que no sólo aliviará los síntomas, sino que incluso puede llegar a producir un cambio importante en la forma de vivir de una persona.


¿Para qué sirve el cambio en la forma de vivir?

Para conseguir acomodar nuestras acciones a nuestro deseo. Los seres humanos nacemos y morimos y, el hecho de saber que vamos a morir no nos empuja a quitarnos la vida precipitadamente, sino que, entre el primer y segundo acontecimiento, solemos hacer un recorrido. Pero, de la misma manera que nacemos por azar y no sabemos cuándo vamos a morir tampoco hay un mandato absoluto que determine cuál es el sentido que debemos darle a ese recorrido. Lo único que nos empuja a vivir no es un mandato, sino una peculiaridad en nuestra existencia a la que llamamos Deseo. Un psicoanálisis permite que una persona pueda descubrir que ha estado llevando una vida totalmente alejada de su deseo y que la modifique para acercarse a él. A veces, este cambio puede ser radical.


¿Qué es el Deseo?

Es la capacidad de dirigir toda la voluntad de una persona hacia aquellos objetos y acciones que le reportan un disfrute, o un beneficio. Desde el deseo toda actividad y todo esfuerzo desempeñado para realizarla se termina convirtiendo en una sensación de bienestar, porque permiten conseguir lo que realmente se quiere.Aunque el deseo es universal, no es igual o el mismo para todos. Cada persona va a desplegar su propio deseo, según haya sido su vida, los traumas que le hayan afectado y los mecanismos de defensa con los que se haya protegido. No en todas las personas, los mismos acontecimientos generan reacciones iguales. Por eso, aunque parece que todos llevamos una vida más o menos parecida, cada uno estará caracterizado por las peculiaridades de su recorrido propio. El derecho legítimo que cada cual tiene para proteger su particularidad, es lo que va a obligar a crear una ley que ponga orden a tanta diversidad.El Deseo es la expresión más vital de una persona, pero esta vitalidad está sometida a la amenaza de los traumas a los que esté expuesta y a la ley que ordena el mundo y a la que tendrá que reconocer para poder inscribir su deseo. Se suele decir que el psicoanálisis sólo habla de sexualidad y que todo lo que tiene que ver con el psicoanálisis siempre gira en torno al sexo. Esto no es cierto, para el psicoanálisis el deseo es la posición subjetiva que a una persona le permite abordar todos los aspectos de su vida con la sensación de que verdaderamente está haciendo lo que quiere; ahora bien, una de las aportaciones más importantes de Freud es la idea de que la sexualidad es en sí misma traumática y que, ella sola, tiene la capacidad de desordenar el resto de los aspectos de la vida de una persona. Esta es la razón de que se le dé un lugar más amplio y privilegiado en todo lo relacionado con el Inconsciente.


¿Qué es un trauma?

Hay ciertas experiencias que, por la forma en la que las vivimos, en lugar de aportarnos información sobre el mundo, nos provocan un susto, un espanto y reaccionamos no queriendo saber, ni ver nada de ellas. Este es el momento original del trauma. Se llama trauma porque no va a ser sin consecuencias ya que, para conseguir no ver, ni saber nada, tendremos que utilizar parte de nuestra energía vital en crear una barrera que impida hacerse presente a esta información. Esta barrera, que va a crear un choque de energías, es lo que Freud llamó Represión. El trauma por excelencia es la sexualidad, porque cuando nos topamos con ella, lo más común es reaccionar apartándonos de ella, o vivirla de una forma desordenada que termina generando sufrimiento.


¿Qué efectos produce la Represión?

Si la represión tiene éxito, sus efectos serán los de conseguir que no nos acordemos nunca del acontecimiento traumático, pero al precio de ignorar que estamos afectados por él. Esto puede tener como consecuencia que, en el futuro, podamos tener un encuentro o una experiencia parecida a la reprimida. Al no haber resuelto la primera experiencia traumática, esta segunda experiencia sí puede crear una desestabilización de lo que estaba olvidado, pero no resuelto. Esta es la razón que explica el hecho de que muchas personas sean capaces de mantenerse estables durante años y un día comiencen a manifestar síntomas.Si la represión fracasa, habrá una fuerza que tenderá a que lo reprimido se haga consciente y otra fuerza contraria que luchará porque eso no suceda. La tensión que produce ese choque de fuerzas es lo que comúnmente llamamos patología y, cuando esta situación se da, la única manera posible de recuperar la salud es la de afrontar el análisis de las causas inconscientes que han provocado dichas situación.