lunes, 27 de agosto de 2007

Sujeto o Individuo...¿Quién Trabaja?





Sujeto o Individuo: ¿Quién Trabaja?

“Intentaré convertir las sombras en palabras”
Barahona, E. (2007)


Intento poder investigar, teniendo como base los postulados psicoanalíticos de la diferencia entre sujeto e individuo, como es posible articular, buscar una explicación y poder argumentar en lo que refiere a la vida laboral moderna, como el ser humano, acorde a sus carencias y posibilidades, debe verse enfrentado a la razón de producir. Intento con esto tener 4 conceptos a ser des/cifrados, des/cubiertos y articulados en nuestra investigación, teniendo como base “el mundo laboral/capitalista actual” y lo que puede decir el psicoanálisis. Los conceptos a mi modo de entender sería:

Capitalismo
Trabajo
Individuo
Sujeto

Dejo la puerta abierta a los dos últimos conceptos.

Desde una perspectiva clásica, se suele decir que la cuestión de la subjetividad ha marcado la historia de la filosofía desde sus orígenes. Subyace en una afirmación de este tipo la idea de un sujeto esencial o trascendental, que busca una fundamentación de sí mismo por medio del pensamiento. A lo largo del siglo XX esta concepción del sujeto ha sido cuestionada desde diversas perspectivas, pero siempre manteniendo como referente inmóvil esa sombra en singular que llamamos sujeto. A esta sombra se ha superpuesto otra exitosa invención, vinculada a la aparición del capitalismo: el individuo, y su fundamento necesario, la identidad. Los efectos de este discurso en la disolución de los vínculos sociales están a la vista.
Para el psicoanálisis el sujeto no es una entidad primaria, homologable con el individuo o con un cuerpo humano, sino una construcción que cada infante debe llevar a cabo a partir de su encuentro con el significante, es decir, con la realidad humana constituida a partir de la existencia del lenguaje. Esta constitución subjetiva es concebida a menudo dentro del psicoanálisis como la instauración de la falta, de la dimensión de la carencia, de la cual, como privilegio ante los animales, sólo es consciente el ser humano. Dicho en otros términos: el sujeto, gracias al lenguaje, puede no sólo saber sino también, conocer, esto es, saber que sabe, pero a la vez, por la misma condición de que puede conocer, saber que no sabe. Es así como se puede hablar de la existencia de un sujeto del inconsciente: un saber fundamental y con frecuencia determinante para el sujeto, pero al que éste no puede acceder sino a medias. Por tanto sostengo:
- individuo: Lo pienso desde “lo individual” como rasgo empírico de la condición humana, individuo lo sostengo desde la organicidad indivisible de todo lo que hace o padece. Lo que caracteriza al individuo es su indivisibilidad. Individuo y sujeto no son en absoluto sinónimos ni términos genéricamente intercambiables.
- sujeto: Considero al sujeto como el individuo atravesado por el lenguaje. Esto implica que la influencia del lenguaje en la vida humana forma parte estructural de aquello que nosotros identificamos como humano y es sustento de todo cuanto pueda referirse a la identidad y a la interacción. El sujeto es el individuo sujeto (“colocado debajo”) al lenguaje. Esta lectura rompe en cierta medida la tradicional visión del sujeto según la cual es precisamente el sujeto quien, a diferencia del objeto, tiene acción y protagonismo en el hacer. La condición de sujeto expresa la dependencia de lo humano (individual o colectivo) respecto del lenguaje, y se diferencia del objeto en la medida en que se posiciona en relación a él (al lenguaje) de otra manera. El sujeto es producto del lenguaje y puede operar desde él y sólo desde él. El sujeto, a diferencia del individuo, es una estructura que como tal es inconsistente y lleva en sí lo múltiple como condición existencial. El sujeto es sujeto escindido, es decir, intrínsecamente dividido o roto. El sujeto se caracteriza por su relación intrínseca con el lenguaje, su inconsistencia y la escisión que lo divide.


Mis preguntas:

¿Quién trabaja?, ¿Individuo o Sujeto?

¿El trabajo es solo para sujetos escindidos?

¿Qué aporta la Psicología Organizacional a la dualidad “Individuo/Sujeto”?

¿ Es la Psicología Organizacional para Individuos o Sujetos?

sábado, 28 de julio de 2007

Lo esperado es hoy ya un manifiesto


Éste es ya, mis amigos, mi departamento:
dos piezas, dos baños, gimnasio, sauna, jacuzzi y piscina.
Tendré que vivir a la moda actual, yo, el hombre y mi historia turbulenta.
Se ve perfectamente el sol, no se oye el viento, más asoma frondosa la montaña al despertar.
No hay donde cultivar una violeta; los pasos quedan y la voz discreta,
no se enoje vecino mío soñoliento si en algún instante mi desesperación asecha.
Cinco pisos se alzan sobre mi cabeza;
sobre mi actividad o mi flaquezagravita, hierro y piedra, un mundo entero.
Nadie sabrá mi risa ni mi llanto...¡cuán grande deberá de ser mi entusiasmopara llenar de luz este agujero!

Harto ya de alabar mi morena piel,
mis extremos y perfecciones,canto al jardín azul de mis pulmones y a mi tráquea elegante y anillada.
Canto a mi masa intestinal rosada,al bazo, al páncreas, a los epiplones,al doble filtro gris de mis riñonesy a mi Inconsciente profundo y renovado

martes, 26 de junio de 2007

¿Cómo puede uno ponerse a salvo de aquello que jamás desaparece?



Queda algo así como 14 días para terminar todos los aspectos formales que me ligan al estudio del Magíster, son las 19.45, y vengo llegando a mi casa con un hambre de las de antaño. Salí del trabajo a eso de las 6, pero ya se sabe; cuando tienes que depender de calles simples y poco transitadas a esa hora… Santiago es una ciudad imposible. Llegue a la puerta de mi pieza, y me la vi cerrada. Con llave. Eso es bastante extraño en mi casa, ya que la puerta siempre está abierta para quien la necesite. Por suerte ese día me había llevado la llave…logre abrir. Nadie en la cocina, nadie en el comedor, la comida brilla por su ausencia, un enorme silencio llena la casa. Abro la puerta del cuarto de mi gran Otro, y no hay nadie.
Queda poco menos de un mes para cambiarme a mi departamento, fue extraño vivir lo que parece ser lo que se experimentara en mi propia casa, me senté y pensé: ¿Es esto lo que quiero?, después de un largo rato reflexione que la vida humana no se toca en un solo registro: hay ecos, intercambios, y hay quien afronta la historia sin haber afrontado nunca las pasiones, hay quien es libre con las costumbres y piensa de manera corriente, y quien vive como todo el mundo y cuyos pensamientos sacan de raíz todas las cosas. Vuelvo a preguntarme ¿Si no es ahora cuando?, Recordé por un instante (Recalco que SOLO UN INSTANTE) a un Profesor de apellido Witto, el cuál manifestaba que “Cuando dejamos de hablar…escribimos”, frente a esto sostengo que la vida humana se toca en un solo registro: El hombre habla. La escritura se ha conformado como historia. Somos, entonces, inevitablemente, el todo unitario donde pasión e historia transcurren. En fin… no quiero escribir sobre eso, quiero escribir sobre un imposible que en tanto real estoy al paso…vivir solo.

…Estoy pensando en el Esquema L(ele) de Lacan, ya luego mantendré unas líneas al respecto

domingo, 10 de junio de 2007

... Solo el amor permite al goce condescender al deseo


Por ejemplo, rara vez estoy contento. En la última reunión no lo estuve en absoluto, porque intenté volar sin duda demasiado alto, y estos aleteos tal vez no fueron lo que les habría dicho si todo hubiese estado bien preparado. Sin embargo, algunas personas benevolentes, las que me acompañan a la salida, me dijeron que todo el mundo estaba contento. Posición, supongo, muy exagerada. No importa, así me dijeron. En ese momento, por lo demás, no quedé convencido. Pero, ¡vamos! Me hice esta reflexión: si los otros están contentos, eso es lo principal. En esto difiero yo de un planeta.
No es simplemente que me hago esta reflexión, además es verdad: lo esencial es que ustedes estén contentos. Diré aún más: al serme corroborado que estaban contentos, pues bien, Dios mío, me puse contento yo también. Pero, de todos modos, con una pequeña diferencia. No del todo contento contento. Hubo un espacio entre ambos. En el lapso de darme cuenta de que lo esencial es que el otro esté contento, yo habría seguido con mi no-contento.
Entonces, ¿en qué momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy contento, 0 en el momento en que estoy contento porque los otros están contentos? Cuando se trata del hombre, tal relación entre la satisfacción del sujeto y la satisfacción del otro-entiéndanlo bien, en su forma más radical-siempre está en tela de juicio.
Quisiera que el hecho de tratarse, en esta ocasión, de mis semejantes, no les engañe. Tomé este ejemplo porque me había jurado tomar el primero que apareciera tras la pregunta con que los dejé la vez pasada. Pero espero hacerles ver hoy que sería errado creer que se trata aquí del mismo otro que ese otro del que a veces les hablo, ese otro que es el yo, o, para ser más precisos, su imagen. Aquí hay una diferencia radical entre mi no satisfacción y la satisfacción supuesta del otro. No hay imagen de identidad, reflexividad, sino relación de alteridad fundamental.
Hay que distinguir, por lo menos, dos otros: uno con una A mayúscula, y otro con una a minúscula que es el yo. En la función de la palabra de quien se trata es del Otro.

Lacan, J; Seminario 2, El yo en la teoría de Freud, clase 19, 1955
Hablar a pesar de todo es la única manera… ¿De gozar?”

Barahona, E (2007), Manuescrito no publicado

Miraré el goce desde Lacan partiendo desde Freud, para entenderlo y cuestionarlo (o abrir una nueva relación) es necesario partir desde el postulado freudiano de energía psíquica, donde Freud postula que el ser humano esta atravesado (Atravesado por la falta) por la aspiración constante, jamás realizada de alcanzar el fin de la felicidad absoluta. Desde el Seminario 2, El yo en la teoría de Freud encuentro un indicador interesante:

“Rara vez estoy contento (…) porque intenté volar sin duda demasiado alto, y estos aleteos no fueron lo que les habría dicho si todo hubiese estado bien preparado”

Esta aspiración podemos asimilarla al Deseo (¿satisfecho o insatisfecho?). Según J.D. Nasio (1992) esta felicidad absoluta reviste diferentes figuras, entre las cuales esta la de un hipotético placer sexual absoluto experimentado durante el incesto. Esta aspiración que se denomina deseo, este impulso originario en las zonas erógenas del cuerpo, genera un estado penoso de tensión psíquica. (Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan). Esta tensión, tanto o cuanto mayor sea la pulsión afectara insoslayablemente la actividad psíquica, ante el aumento de tensión el deseo se vera envuelto en dos vías: Vía de la descarga (Donde la energía se libera y se disipa), vía de la retensión (Donde la energía se conserva y se acumula). Se puede imaginar o plantear un tercer destino de la energía psíquica (estado netamente hipotético, jamás realizado por el deseo) un estado hipotético de descarga total.

Hecho este breve recorrido es que busco plantear una suerte de emparejamiento o de establecer un paralelo a l que plantea Lacan en relación al goce. Por un lado encontramos el goce fálico (Energía disipada, descarga parcial) donde se “abre-cierra” el acceso del goce al exterior. Por otra vía encontramos un “plus” de goce (Goce que permanece retenido al interior del sistema psíquico) al cuál el falo le impide la salida. El “plus” me llevaría a pensar que la parte de la energía psíquica no descargada, ese goce residual, es un exceso que incrementa constantemente la intensidad de la tensión interna. Y un tercer momento donde es posible pensar un Goce del Otro, pensando en un caso ideal, en el cual la tensión habría sido totalmente descargada, goce que el sujeto supone a otro, siendo el otro un ser supuesto. La falla estructurante del sujeto y la hiancia que comporta el deseo humano, determinan que la verdad del goce que nos habita resulte velada como en los misterios. Esto supone la operación de los nombres del padre y la vía hacia lo simbólico que ella habilita. Señalar el trabajo de reorganización que operó Jacques Lacan sobre el padre del Edipo freudiano, implica situar el trayecto seguido por él en relación al Nombre del Padre a lo largo de su obra, hasta orientar el psicoanálisis lacaniano en un más allá.
En un primer momento, ubicado en la concepción de la metáfora paterna; otro momento, en el viraje que plantea el paso del mito a la estructura, como así también, el movimiento que va de lo singular a lo plural; y por último, la conceptualización del padre en relación a la causa. La interrogación ¿Qué es un padre? que recorre el Seminario 4 “Las Relaciones de Objeto” (1956-1957), es la manera que Lacan nos propone de abordar la cuestión del significante del padre. A esta altura hace recaer el acento principalmente sobre el registro simbólico. De lo que se trata en los comienzos del Edipo, es que el sujeto se enfrente al orden simbólico que hace de la función del padre el centro de toda la organización simbólica, ya que la función del padre es la de ser un significante que sustituye al primer significante que es el deseo de la madre. Esta vía de intervención del padre como sustitución es la metafórica. Entonces, a través del arribo a la formalización de la metáfora paterna, es decir concibiendo el Nombre del Padre como metáfora; Lacan traduce el Edipo freudiano en escritura. Es así como sitúa en un orden de discurso las cuestiones del padre, al ubicar el pasaje del saber mítico a lo que es de estructura. Si bien Freud tuvo que construir un mito moderno como Tótem y Tabú para explicar que, si subsiste algún padre ha de ser el padre muerto, el padre asesinado; Lacan define la equivalencia freudiana -del padre muerto como la condición del goce para todo sujeto-, como operador estructural. Es en este sentido que el mito se trasciende y pasa a ser un enunciado de lo imposible, cuyo signo de lo imposible es que el padre muerto sea el goce. Es allí que Lacan puede decir que gracias a Freud se consigue ir más allá de lo que el mismo Freud habría puesto bajo la forma del asesinato del padre, ya que si desde el origen el padre está castrado, entonces la castración no puede tener su inicio en el padre. Entonces define la castración como una operación real, introducida por el significante que determina al padre como real imposible y da como resultado la causa del deseo. A partir de esta formalización el padre queda designado como S1, significante amo que, en cuanto tal, es pura función lógica vaciada de lo mítico y definido como operador estructural. Lacan opera una relativización del Nombre del Padre en el pasaje del singular al plural, y lo conduce a ubicar la categoría del significante amo, diciendo que en tanto tal, cualquier significante puede sostener la función. Según nos enseña Lacan, en el inicio, la pulsión se gesta en la demanda del Otro y el sujeto se constituye alienándose en el campo del Otro, soporte, además, de un reconocimiento imprescindible. Vínculo, lazo, relación, conjunto, organización, grupo son algunas de las denominaciones con las que se nombra en nuestra cultura, la relación del sujeto con el otro. Al mencionarlas no estamos hablando de una relación dual narcisista sino de aquella que siempre incluye la terceridad de la castración.
Hecha esta aclaración, continuamos. Pensamos el campo de lo vincular como un “entre”, entre dos, entre nos, que tiene cualidades agregadas respecto de los sujetos que lo componen porque en la relación del sujeto con el otro hay un plus, un suplemento que remite a un espacio de combinatoria que será original en cada lazo. Trama que alude a la complejidad producida por el “entre nos” y a la eficacia sobre los sujetos involucrados bajo su órbita en lo real, lo simbólico y lo imaginario. Este conjunto en donde se juega el lazo del sujeto con el otro real sostiene cierta combinatoria deseante y las relaciones fantasmáticas que adjudican posiciones para cada integrante del mismo. Espacio donde se anudan y desanudan el amor, el deseo y el goce de cada uno y un vacío. No tenemos con que vincularnos, lo hacemos desde la falta que intentamos velar y develar para amar, desear y gozar dentro del orden fálico. Cuando falta la falta, gozamos desamarrados.
Vayamos al texto, al escrito de Lacan: “Entonces, ¿en que momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy contento, o en el momento en que estoy contento porque los otros estan contentos?” Este párrafo nos incluye el pensar que es deseo es del deseo del otro, Lacan se ha dedicado a centrar de nuevo los descubrimientos freudianos en torno a la noción de deseo y a volver a colocar este concepto en el primer plano de la teoría analítica. Dentro de esta perspectiva, se ha visto inducido a diferenciarlo de conceptos tales como el de necesidad y el de demanda, con los que a menudo se confunde. El deseo nace de la separación entre necesidad y demanda; es irreductible a la necesidad, puesto que en su origen no es relación con un objeto real, independiente del sujeto, sino con la fantasía; es irreductible a la demanda, por cuanto intenta imponerse sin tener en cuenta el lenguaje y el inconsciente del Otro, y exige ser reconocido absolutamente por él (¿Identidad o diferencia?). Vuelvo al escrito de Lacan donde nos manifiesta: “Lo esencial es que ustedes esten contentos. Diré aun más: al serme corroborado que estaban contentos, pues bien, Dios mío (otro), me puse contento yo también”. El concepto de deseo ocupa una posición central en el pensamiento de Lacan al sostener que "el deseo es la esencia del hombre"; el deseo es al mismo tiempo el corazón de la existencia humana y la preocupación central del psicoanálisis. No obstante, cuando Lacan habla de deseo no se refiere a cualquier clase de deseo, sino siempre al deseo inconsciente, es por esto que lo interesante es que en el trayecto del goce al deseo, este implica siempre la presencia del otro, la presencia de la experiencia del Otro primordial. Dirá Lacan: “Aquí hay una diferencia radical entre mi no satisfacción y la satisfacción supuesta del otro. No hay imagen de identidad, reflexibidad, sino relación de alteridad fundamental”. Aunque la verdad acerca del deseo está presente en alguna medida en toda palabra, la palabra nunca puede expresar la verdad total sobre el deseo: siempre que la palabra intenta articular el deseo, queda un resto, una demasía, que excede a la palabra. Por lo tanto: “En la función de la palabra de quien se trata es del Otro”, agrego en lo particular: del Otro primordialLa necesidad es un instinto puramente biológico, un apetito que surge de los requerimientos del organismo, y que se elimina por completo (aunque sólo temporariamente) cuando es satisfecho. El sujeto humano que nace en un estado de desamparo, es incapaz de satisfacer sus propias necesidades, y por lo tanto depende del Otro para que lo ayude a hacerlo. A fin de lograr la ayuda del Otro, el infante tiene que expresar sus necesidades vocalmente: la necesidad tiene que articularse como demanda. La tensión entre la dialéctica del deseo y la inercia pulsional gravita sobre toda la enseñanza de Lacan. De un lado el deseo y sus vías de acceso, el desciframiento de los significantes que configuran el texto inconsciente para el sujeto. De otro, la pulsión y su atípica satisfacción, el goce, lo que escapa al significante, el trabajo silencioso que de decir algo diría “eso quiere gozar”, gozar al margen del Otro, pues el Otro no es el partenaire de la pulsión. Pero del goce conocemos lo que el sujeto habla, lo que el sujeto ha conectado al significante. Es a partir de estas coordenadas que el dispositivo analítico posibilita un trabajo inédito con la palabra y el silencio en la transitoriedad entre el deseo y el goce.

domingo, 20 de mayo de 2007

Sobre una paciente "con" nombre Magdalena

"te juro que era como un fantasma…asi como que no tengo ni rasgos…"
Murillo, M. (2007)
Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas... sostener simultaneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas, emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, olvidar cuanto fuera necesario olvidar, y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo...
¿Limítrofe?
Barahona, E.( 2007)

domingo, 6 de mayo de 2007

Sobre ese arte llamado Psicoanálisis


PREGUNTAS MÁS FRECUENTES SOBRE EL PSICOANÁLISIS

¿En qué puede ayudar un psicoanálisis?

Cuando una persona pide ayuda a un terapeuta, habla de su sufrimiento y de sus síntomas, pero no sabe qué explicación dar de ello, ni cómo solucionarlo. Freud descubrió que la razón de esta imposibilidad era, sin lugar a dudas, de carácter inconsciente, es decir, por motivos que escapaban a la conciencia de la persona aquejada del malestar. Un psicoanálisis, por tanto, puede ayudar a una persona a encontrar las causas inconscientes de su malestar y permitirle hacer posible todos los cambios necesarios para acceder a la salud y al deseo, o al menos a que la vida se le haga más agradable.


¿Cómo empezar un psicoanálisis?

El primer paso a dar es el de reconocer y estar mínimamente convencido de que se quiere hacer un análisis, después hay que hacer una llamada telefónica al psicoanalista solicitando una primera cita. El analista le recibirá y escuchará lo que dice acerca del problema que le aqueja. Una vez confirmado por el psicoanalista que este es el tipo de ayuda que más conviene a la persona que lo solicita, se seguirán sucediendo una serie de sesiones en las que se irá ordenando el marco necesario para que el analizante entre a trabajar verdaderamente sobre su inconsciente.


¿Cómo se desarrolla un psicoanálisis?

El método psicoanalítico se ordena en sesiones semanales que pueden ser dos, tres o más dependiendo de cada analizante. La duración de cada sesión es variable, desde cinco minutos hasta más de media hora, dependiendo de lo que vaya sucediendo en las sesiones. Las sesiones suelen ser de Lunes a Viernes, salvo casos de urgencia, y, aunque hay una gran flexibilidad horaria para adaptarla a la disponibilidad de tiempo de cada analizante, responder con puntualidad a la cita asignada es imprescindible. La duración total del análisis también va a depender del tiempo que cada analizante necesite para encontrar su bienestar. El psicoanalista no utiliza medicamentos de ningún tipo; si fueran necesarios, éstos serían suministrados por un médico especialista.


¿Qué tiene que saber una persona para psicoanalizarse?

NADA. Hay niños que se psicoanalizan. La única regla fundamental que tiene que cumplir un analizante es la de decir todo lo que se le pase por la cabeza; es lo que se denomina "Asociación Libre". Es labor del psicoanalista operar con esa Asociación Libre para que el propio analizante deshaga los nudos que le tienen atrapado. Evidentemente, todo lo dicho en las sesiones está protegido por el secreto profesional.


¿Qué es el psicoanálisis?

El psicoanálisis es el saber que se ha ido elaborando a partir de que Sigmund Freud descubriera el Inconsciente. Este saber, también, puede ser aplicado a los trastornos psicológicos, con el fin de encontrarles una solución, o de mejorar el grado de bienestar de la persona que los padece.Para conseguir tales efectos, se parte de la idea de que las causas que producen dicho malestar son de carácter inconsciente, es decir, que están fuera del alcance de la conciencia de la persona afectada. Para conseguir que estos datos inconscientes puedan acceder a su conciencia, es necesaria la intervención de otra persona, capacitada para aplicar un psicoanálisis, que le permita acceder a todo aquello que le afecta, pero de lo que no puede saber nada, ni decir nada.Esta doble vertiente de estar afectado por algo y, al mismo tiempo, no poder decir nada de ello, termina creando una incomodidad, un malestar, que es lo que en psicoanálisis se llama Síntoma.


¿Qué aportó Freud al descubrir el inconsciente?

El psicoanálisis es el saber que se ha desplegado en torno al descubrimiento del inconsciente. Este descubrimiento nació en el contexto del interés que tenía Freud por las enfermedades mentales, inicialmente la histeria, y es por esto que una de sus vertientes es la terapéutica.Sus investigaciones le llevaron a comprender que si una persona era capaz de admitir esos contenidos inconscientes, al mismo tiempo se disolvían los síntomas; pero observó que no era fácil conseguirlo, ya que el propio paciente ponía muchas resistencias, y había que inventar un dispositivo para lograrlo.La genialidad de Freud estriba precisamente, en esta doble vertiente de su aportación al saber; como descubridor aportó el concepto de inconsciente y como inventor ideó la manera de hacer que su descubrimiento se pudiera aplicar a personas concretas para aliviarlas de su mal.


¿Qué es un síntoma?

Un síntoma es el fenómeno revelador de una enfermedad, o la señal, el indicio de que una cosa está sucediendo o va a suceder y que esa cosa no marcha bien. Cuando el síntoma aparece, hace que el propio afectado se alarme y se pregunte sobre lo que le pasa. Posteriormente, puede decidir buscar ayuda; por eso el punto de arranque de una demanda psicoanalítica suele ser el de una persona que llega con su malestar, su síntoma, pidiendo que alguien le ayude a comprender qué significa todo lo que le está pasando. Con el tiempo, un analizante descubrirá que su síntoma habla, es decir, que en torno a él , o desde él se ha desplegado un discurso que desconocía y que, poco a poco, le va a ir brindando un saber nuevo sobre sí mismo.


¿Para qué sirve la pregunta?

El hecho de que alguien se pregunte por lo que le pasa significa que, aunque no puede decirlo, supone que alguien sí lo sabe y se lo puede revelar. Esta suposición es la que le va a permitir abrir la puerta de entrada a la investigación sobre su propio inconsciente, y acceder a ese saber que, aun teniéndolo, le es totalmente desconocido. Este desconocimiento, producto de la Represión, al principio es la manera más adecuada que encuentra un sujeto para poderse crear una vida, un camino; en otras palabras, es la solución más generalizada que encuentran los seres humanos para ser capaces de hacerse un lugar en el mundo. El hecho de que una persona no renuncie a querer tener un lugar en el mundo, significa que no quiere renunciar a tener identidad propia, pero, paradójicamente, sucederá que todo aquello a lo que renunció volverá en forma de un síntoma que, de forma muy resumida, dirá: sin todo aquello de lo que no quisiste saber nada, pero que te pertenece, no conseguirás tu objetivo.


¿Para qué sirve acceder al saber sobre el inconsciente?

El hecho de que una persona consiga de modo espontáneo mantener un equilibrio psíquico, a partir de la renuncia a saber, no significa que comprenda las razones por las que lo consigue. En ese sentido, tanto las personas que se sienten bien, como las que sufren un malestar coinciden en estar afectados por un desconocimiento sobre aquello que les ha llevado al estado en el que se encuentran.Cuando, en algún momento de la vida, esa capacidad de organización psíquica fracasa, acceder al contenido que hay detrás de ese desconocimiento va a permitir la elaboración de un saber que no sólo aliviará los síntomas, sino que incluso puede llegar a producir un cambio importante en la forma de vivir de una persona.


¿Para qué sirve el cambio en la forma de vivir?

Para conseguir acomodar nuestras acciones a nuestro deseo. Los seres humanos nacemos y morimos y, el hecho de saber que vamos a morir no nos empuja a quitarnos la vida precipitadamente, sino que, entre el primer y segundo acontecimiento, solemos hacer un recorrido. Pero, de la misma manera que nacemos por azar y no sabemos cuándo vamos a morir tampoco hay un mandato absoluto que determine cuál es el sentido que debemos darle a ese recorrido. Lo único que nos empuja a vivir no es un mandato, sino una peculiaridad en nuestra existencia a la que llamamos Deseo. Un psicoanálisis permite que una persona pueda descubrir que ha estado llevando una vida totalmente alejada de su deseo y que la modifique para acercarse a él. A veces, este cambio puede ser radical.


¿Qué es el Deseo?

Es la capacidad de dirigir toda la voluntad de una persona hacia aquellos objetos y acciones que le reportan un disfrute, o un beneficio. Desde el deseo toda actividad y todo esfuerzo desempeñado para realizarla se termina convirtiendo en una sensación de bienestar, porque permiten conseguir lo que realmente se quiere.Aunque el deseo es universal, no es igual o el mismo para todos. Cada persona va a desplegar su propio deseo, según haya sido su vida, los traumas que le hayan afectado y los mecanismos de defensa con los que se haya protegido. No en todas las personas, los mismos acontecimientos generan reacciones iguales. Por eso, aunque parece que todos llevamos una vida más o menos parecida, cada uno estará caracterizado por las peculiaridades de su recorrido propio. El derecho legítimo que cada cual tiene para proteger su particularidad, es lo que va a obligar a crear una ley que ponga orden a tanta diversidad.El Deseo es la expresión más vital de una persona, pero esta vitalidad está sometida a la amenaza de los traumas a los que esté expuesta y a la ley que ordena el mundo y a la que tendrá que reconocer para poder inscribir su deseo. Se suele decir que el psicoanálisis sólo habla de sexualidad y que todo lo que tiene que ver con el psicoanálisis siempre gira en torno al sexo. Esto no es cierto, para el psicoanálisis el deseo es la posición subjetiva que a una persona le permite abordar todos los aspectos de su vida con la sensación de que verdaderamente está haciendo lo que quiere; ahora bien, una de las aportaciones más importantes de Freud es la idea de que la sexualidad es en sí misma traumática y que, ella sola, tiene la capacidad de desordenar el resto de los aspectos de la vida de una persona. Esta es la razón de que se le dé un lugar más amplio y privilegiado en todo lo relacionado con el Inconsciente.


¿Qué es un trauma?

Hay ciertas experiencias que, por la forma en la que las vivimos, en lugar de aportarnos información sobre el mundo, nos provocan un susto, un espanto y reaccionamos no queriendo saber, ni ver nada de ellas. Este es el momento original del trauma. Se llama trauma porque no va a ser sin consecuencias ya que, para conseguir no ver, ni saber nada, tendremos que utilizar parte de nuestra energía vital en crear una barrera que impida hacerse presente a esta información. Esta barrera, que va a crear un choque de energías, es lo que Freud llamó Represión. El trauma por excelencia es la sexualidad, porque cuando nos topamos con ella, lo más común es reaccionar apartándonos de ella, o vivirla de una forma desordenada que termina generando sufrimiento.


¿Qué efectos produce la Represión?

Si la represión tiene éxito, sus efectos serán los de conseguir que no nos acordemos nunca del acontecimiento traumático, pero al precio de ignorar que estamos afectados por él. Esto puede tener como consecuencia que, en el futuro, podamos tener un encuentro o una experiencia parecida a la reprimida. Al no haber resuelto la primera experiencia traumática, esta segunda experiencia sí puede crear una desestabilización de lo que estaba olvidado, pero no resuelto. Esta es la razón que explica el hecho de que muchas personas sean capaces de mantenerse estables durante años y un día comiencen a manifestar síntomas.Si la represión fracasa, habrá una fuerza que tenderá a que lo reprimido se haga consciente y otra fuerza contraria que luchará porque eso no suceda. La tensión que produce ese choque de fuerzas es lo que comúnmente llamamos patología y, cuando esta situación se da, la única manera posible de recuperar la salud es la de afrontar el análisis de las causas inconscientes que han provocado dichas situación.

sábado, 7 de abril de 2007

¿Casarse o Vivir Solo?


Televisores, microondas, licuadoras, vajillas, aparatos de dvds, estereos, estufas y dinero en efectivo es lo que he visto que les han regalado a mis amigos/as en sus bodas. Ya sea que se hayan casado por amor o por salir de sus casas ante relaciones caóticas y cuestionables. Pienso y sostengo que a todos les ha ido bien y hasta les ha "convenido" casarse. Algunos incluso han sido más afortunados, los mantienen, aun casados, sus padres por el simple hecho de haberlos hecho tan felices con "nietecitos". Como que toda la familia se pone bien contenta cuando alguien anuncian su futura unión matrimonial o cuando llegan los sus futuros "frutos", todos se prestan para ayudar; ya sea a equipar el "nido de amor de los tórtolos", pagarles la luna de miel o hasta prestarles una casa o un departamento para vivir sin pagar renta y se revuelquen lo que quieran a gusto. Los tíos, compadres y padrinos regalan cosas que ni a sus propios hijos solteros les regalarían...¿que loco eso no?
Me considero amigo de más de algun novio/a que ya ha "armado" su vida (Desde la lógica tradicional lejos de la propia subjetividad), he salido con ellos con buena cantidad de dinero
para que mi "compadre" se llene de grados alcoholicos el cuerpo o simplemente se tome una botella de ron o pisco barata en algun rincón de esta ciudad. Conozco amigos/as que han anunciado su compromiso, les han organizado las tradicionales despedidas, reciben sus regalos, sus dineros y, a los días, "se echan pa´trás" y se quedan con todo guardado. Todo esto está muy bien, pero:
Tengo la firme convicción de irme a vivir solo, ¿por qué no existe esa misma disposición y actitud de los/as ex solteros/as de darme una "manito" aunque sea con un juego de tazas?.
Los misterios de la vida... Saludos.

lunes, 5 de febrero de 2007

Sobre Narcisismo y otras "hierbas" Parte II


Me ha costado estos días... pienso que me he agotado aunque más pienso que nadie lee. ¿Eso me importa?, a mi Yo si le importa a mi Icc nada.


Veamos que sale ahora:


Parte II


Pienso que el “narcisismo” no deja de ser contradictorio con la expectativa de lograr/preservar una “sana autoestima”. El discurso de la “sana autoestima” tiene un origen muy distinto al de la humildad cristiana y al del triunfo capitalista. Este discurso es una nueva pastoral de inspiración religiosa pero de contenido básicamente laico. Lo medular es que se nos pide sentirnos únicos y valiosos pero sin caer en un orgullo desmedido.
Ahora bien, si el tema de la necesidad de la autoestima es el fondo de esta pastoral, tan importante en los últimos años, es porque se presume que carecemos de esa autoestima, y la imaginamos entonces como solución al asedio de la depresión. La enfermedad es no quererse lo suficiente. Mucha gente se siente triste y decepcionada. Entonces, se deduce, la solución es aprender a amarse. La idea es que solo si nos amamos podremos amar a los demás y ser amado por ellos. Todo empieza pues con el cultivo de un amor propio adecuado. Casi demás está decir que el mismo núcleo de ideas se repite una y otra vez en los miles de manuales de autoayuda.
¿Estaríamos ante una reivindicación del narcisismo en contra del mandato mortificante de la humildad? ¿Se podría decir que nuestra época ha liberado el amor propio de los constreñimientos ascéticos? En cierto sentido ello está ocurriendo. Pero lo sintomático es que pese a la liberación relativa, o “despenalización”, del narcisismo, y su creciente legitimidad, la gente siga sintiendo que no se ama lo suficiente. Es decir, somos invocados a amarnos pero igual sentimos que no logramos hacerlo. En este sentido los manuales no son la gran ayuda que se pretenden.


Desde la historia la situación es la siguiente. Primero tenemos la lucha tradicional contra el narcisismo. La sociedad quiere someter al individuo a ser instrumento de alguna trascendencia. Por lo general, una comunidad o causa imaginada por una pretendida autoridad que convoca al sacrificio y al autocontrol. Se plantea que el narcisismo es un camino de soledad y muerte. Segundo, mucho después, surge el discurso publicitario del capitalismo que legitima la autoindulgencia y el descontrol, el dejarse llevar por el goce, pues de lo que se trata, para que el capital pueda valorizarse, es que se pueda producir el deseo. Tercero, y finalmente, surge otro discurso que mezcla un poco ambos. La pastoral de la “sana autoestima”.
Lo que quisiera sostener en estas líneas es que la lucha contra el narcisismo se basa en la promoción del odio contra sí mismo, en el elogio del sacrificio. Además, lo que puede haber de válido en esta posición, me refiero al llamado al amor, queda mediatizado desde el momento en que esta lucha en lugar de apuntar contra la cultura lo hace contra el individuo. Todo el problema, como veremos, estriba en que aquello que amamos demasiado es una imagen social que se nos ha impuesto como si fuera nuestra realidad inmediata. Entonces es necesario redefinir la lucha contra lo que se llama narcisismo. Se trata de defender a los individuos contra esos bellos ideales que los mortifican. Para sustentar estas opiniones haré referencia a conceptos psicoanalíticos.



El psicoanálisis complejiza radicalmente la comprensión del narcisismo. Para empezar se sostiene que el narcisista no está enamorado “locamente” de sí tal como efectivamente es. Está enamorado de una idealización de sí mismo. Entonces, el narcisista contrasta la seductora imagen con la que se identifica con su prosaica realidad. Y el resultado es más odio que amor. La idealización grandiosa de sí, interiorizada como lo único deseable, aplasta al supuesto narcisista. Por tanto, cuando el supuesto narcisista se mira al espejo sus sentimientos son ambiguos. De un lado, se encuentra con una promesa que lo anima; es decir, lo que acaso puede ser y quizá ya está siendo. Pero, de otro lado, también se encuentra con una imperfección intolerable, con una deprimente lejanía respecto del ideal. En todo caso si está decidido obedecer a sus mandatos no escatimará sacrificios para ser como su modelo. En realidad, sólo ama a esa visión idealizada de sí que lo agobia y disminuye. Si se empeña, heroicamente, en el sacrificio, en ser su modelo, es porque ilusiona que el mundo se rendirá a sus pies.
La sociedad, los padres y el discurso publicitario, ofrecen modelos ideales para resultar amables, para merecer ese reconocimiento que siempre se busca. Entonces, se tiene que ser nada menos que esa perfección imposible. Tener la cara más bonita, el cuerpo más atractivo, la moral más intachable, la bondad más desprendida, la inteligencia más notable, el éxito más sonoro. Mientras no sea todo eso, uno estará en el purgatorio, sufriendo. El odio contra la propia y mermada realidad será el espuelazo doloroso que acelere la persecución del ideal. En definitiva se ha puesto el amor en un ideal que enajena de la realidad.


Desde el punto de vista sociológico, los actores que alienan al sujeto en esas búsquedas martirizantes e imposibles son los padres y los medios de comunicación. Ambos transmiten los valores que dominan la cultura y la sociedad, o para hablar en términos lacaniano-marxistas, el deseo del Otro hegemónico. Ese deseo arrasa con la autoestima y lo coloca a uno en la triste condición de “reo eterno”, uno es siempre sospechoso de no hacer lo suficiente. No se cumple con los mandatos. Uno no puede amarse porque es una basura. De allí que Deleuze, en la inspiración de Nietzsche y Kafka, proclamara que hay que terminar con el enjuciamiento, con esa posición de sospechoso a la que uno es sometido por una autoridad sádica, que goza con el encogimiento de la potencia de ser.
En términos del Psicoanálisis se dice que en el desarrollo de la relación de la persona consiga misma, en el tránsito entre el autoerotismo inicial y el llamado narcisismo primario, pueden incrustarse exigencias sobredimensionadas y traumáticas. En efecto, lo distintivo de ese tránsito es el planteamiento de un modelo o exigencia que uno debe encarnar para convertirse en objeto de deseo. Si estas expectativas son desproporcionadas, entonces resultará que las probabilidades de que el niño tenga una relación armoniosa consigo mismo se verán drásticamente disminuidas. La elevación del Yo ideal es simultáneamente la denigración del Yo real. Piensa, por ejemplo, en la mistificación (patriarcal) de la feminidad. Las mujeres son bellamente retratadas como movidas por los nobles sentimientos de abnegación y entrega. En realidad, esta imagen puede ser aplastante pues nunca será suficiente la prescindencia de sí como para estar a la altura de esa imagen. El resultado será la depresión y la culpa. Y, como protesta, una amargura agresiva.
Entonces, a mayor exigencia social menor posibilidad de una relación armoniosa consigo mismo. Y más imperioso será el mandato a la sublimación, la orden de canalizar todas las energías en función de realizar esa perfección imposible.


En cambio, si las exigencias sociales son menores, la posibilidad de una relación más amable con uno mismo se incrementa. Habría una brecha menor entre el Yo ideal y el actual. Esta situación implica una menor compulsión al sacrificio y una más gozosa e inmediata relación con el cuerpo. Entonces, los padres que “dejan ser” a sus hijos, pero con afecto, los estarían encaminando más libremente. Sus dioses no serían tan severos o implacables. Sus satisfacciones podrán ser más inmediatas y corporales. Es decir, no teniendo que cruzar la brecha entre la realidad y la imagen idealizada. En general, esta socialización es más propia en los sectores populares. Entre ellos la relación con el cuerpo esté menos mentalizada. Tienen, por ejemplo, más facilidad para el baile, más libertad corporal.
Todo lo anterior se hace visible en el famoso baile del perreo. Este baile supone una una entrega al goce corporal de los sentidos. Para los sectores medios esta entrega es más difícil pues los mandatos implican que el sujeto recibirá amor siempre y cuando sea capaz de logros y auto postergaciones. Esta condicionalidad del afecto abre un espacio mental, un ámbito de reflexión, donde el sujeto evalúa qué comportamiento lo acercará a la realización del mandato internalizado, de manera de recibir el amor añorado. Su “autoestima” depende del logro de estos ideales sociales.


Si algun PSA lee estas líneas agradecería comentarios

domingo, 21 de enero de 2007

Sobre narcisismo y otras “hierbas”



Parte I

“Al venir al mundo, lanzaste un gran grito, sin la menor traba, pero más tarde te has visto estrangulado por toda clase de reglas, de ritos y de principios educativos. Tienes por fin la dicha de gritar libremente. Cosa curiosa, no oyes tu voz. Con los brazos abiertos, gritando, jadeando, afanándote, corres, sin percibir ningún sonido.” Gao Xingjian. La montaña del alma


En la Metamorfosis de Ovidio, la versión clásica del mito, Narciso está llamado a un futuro trágico pues su belleza es tan deslumbrante que termina por ser mortífera. La perfección del recién nacido es una interrogante para sus padres. Consultan, entonces, a Tiresias, el adivino. El pronóstico es claro. La situación de Narciso es problemática. No queda más que luchar contra el destino. Puede vivir solo si ignora su hermosura. Por tanto, los padres lo alejan de los espejos y tampoco sostienen su mirada. La salvación de Narciso es no saber como es. Pero Eco, una hermosa ninfa, no sabe de esta situación y cae rendida ante el encanto de Narciso. Pero el amor de Eco se transforma en odio pues Narciso no se conmueve. En este momento la diosa Némesis hace suyo el sufrimiento de Eco. Asume su venganza, su deseo de hacer daño. Entonces, calienta el día de manera que la sed de Narciso es insoportable. Cuando va al río, en el claro del agua, Narciso queda subyugado por su imagen. Su atracción lo paraliza. Entonces muere y se transmuta en una flor.


En un inicio, Narciso no es un narcisista. No sabe que tiene todas las perfecciones que la sociedad valora en los individuos. Sus padres le ocultaron su belleza para salvarlo. Quizá, Narciso debió sentirse feo o poco atractivo. Narciso no puede ser conciente de ese capricho de la naturaleza que es su hermosura. Ignora su capacidad de seducción. Pero lo que parece ser un regalo termina siendo una maldición. Narciso está colocado en una situación extremadamente vulnerable pues su vida depende de no conocer su propia perfección. Todos tendrían que estar de acuerdo en ocultarle la admiración que despierta. Si llegara a descubrir su belleza, su vida quedaría detenida en esa auto complacencia que hace irrelevante todo lo demás. Para vivir, Narciso no puede saber cómo es. Pero, de otro lado, Narciso es tan atractivo que despierta pasiones incontrolables. Así es muy difícil que la fascinación de alguien no le advierta de su ser especial.


Lo inevitable ocurre y Narciso queda prendado de su imagen en el agua. No hay otra realidad, otro interés, que esa belleza. Entonces se deja morir. Narciso está extasiado ante su hermosura. Desde el momento en que la descubre se convierte en Narcisista. Ya no puede haber otro afán que admirarse. El goce es mortífero puesto que se convierte en una pasión excluyente. Quizá Narciso debió morir feliz, embelesado. Todos sus deseos estaban colmados pues todos ellos solo apuntaban a su propia imagen.


No tiene sentido hablar de la responsabilidad de Narciso. En realidad, nunca fue libre, jamás tomó una decisión. Su insólita hermosura lo condena, primero, a ser amado y odiado, y luego, a una pasión por sí que lo aleja de toda otra preocupación humana.

En la leyenda es clara la inocencia de Narciso. Pero en el uso actual del término palpita una actitud de rechazo e intolerancia. El apelativo de “narcisista” implica una condena y un llamado al cambio personal. El narcisista es imaginado como frívolo y egoísta. Alguien que desequilibra los vínculos sociales pues su desmedido aprecio de sí tendría como correlato su menosprecio por los demás. Pretende mucho pero da poco. Su impostura ofende los sentimientos morales de la gente. La sociedad no debería permitir que un narcisista sea feliz. Eso sería algo tan escandaloso como un criminal sin sanción. Es decir, una prueba viviente de la falta de justicia, de la descomposición social. En todo caso se presume que su bienestar no puede ser sólido ni duradero. Su fatuidad no predominará contra la condena del mundo. En definitiva, si no da amor, pues tampoco habrá de recibirlo.


Entre la leyenda clásica y la opinión pública contemporánea media una gran diferencia. Ahora todos, en apariencia, condenan a Narciso. Se piensa que Narciso nunca pudo ser inocente pues hoy resulta inverosímil que alguien pueda ignorar su propio encanto. Además se asume que está en las manos de uno el dejarse llevar por la tentación del orgullo y el desprecio. Desde estas sospechas el término narcisista viene a adquirir esa carga de denuncia y reconvención que hoy entraña. Es un llamado desde una perspectiva que es igualitaria, pero también, seguramente, envidiosa. La idea es que la sociedad debería ignorar las diferencias de talento y hermosura que la naturaleza se encapricha en producir. O las personas favorecidas, en todo caso, deberían resistir la tentación de sentirse por arriba pues generarían las miradas de odio, o los reclamos de justicia, de los menos afortunados. Entonces, por ejemplo, las “celebridades” son admiradas por su encanto pero, al mismo tiempo, esta admiración exige vulnerabilidad, rechaza la arrogancia. Las divas de Hollywood, por tanto, harán bien en mostrarse sencillas y humanitarias. Sólo si dan pruebas de resistir la tentación de menospreciar podrán ser plenamente admiradas. No habrá pretexto para resistirse al imperio de su seducción.


Pero el mensaje de ser humilde y evitar el narcisismo se sitúa a contrapelo de otro mensaje no menos importante: ¡desarróllate! ¡triunfa! ¡se el primero! Digamos que la ideología cristiana comunitaria de donde emana el mandato anti-narcisista de la humildad entra en conflicto con ese otro mandato al éxito y al disfrute. Estos últimos imperativos fluyen del discurso capitalista y su culto a la competencia y al consumo como fundamentos del valor de los individuos. En el mundo contemporáneo la situación es compleja y conflictiva, hasta desgarradora. No obstante, si hubiera un equilibrio entre estos mandatos, algo así como una “síntesis oficial”, esta tendría que ser: triunfar y disfrutar pero teniendo siempre presente a los demás, sin ser narcisista. Tener altas metas y ser reconocido pero evitando la petulancia.

lunes, 8 de enero de 2007

¿El o Lo Inconsciente?



Consideraciones sobre lo inconsciente


1. Lo inconsciente se asocia a una suerte de bóveda o de caja negra donde morarían los recuerdos traumáticos y los sentimientos inaceptables. Es necesaria una censura que mantenga estos contenidos en la bóveda, de manera que no afloren a la conciencia. Entonces, cuanto más intensos sean estos contenidos, mayor será el esfuerzo de la censura. Mucho de la vitalidad de una persona puede, entonces, irse tanto en esos deseos ilícitos como en el esfuerzo por ignorarlos.


2. Esos deseos ilícitos reclaman ser satisfechos, pero son censurados por ser socialmente inaceptables. Ejemplos típicos: el deseo incestuoso por nuestros padres o madres, la decepción porque no están a la altura de nuestras expectativas, con el odio consiguiente. También la hostilidad hacia nuestros parientes cercanos, especialmente hermanos. Todos estos sentimientos se expresarían a través de la violencia. Pero también está el amor, el temor a amar por cuanto anticipamos una decepción que puede ser dolorosa. Entonces, la represión del amor nos da independencia y seguridad, pero a costa de un debilitamiento de los vínculos que nos hacen falta para la afirmación de la vida. De otro lado, los recuerdos dolorosos son “olvidados”, pues resultan conflictivos, amenazantes, imposibles de elaborar en una narrativa que los “planche”, que los desvalije de su horror. De la misma manera podríamos decir que la envidia y la culpa tienden a ser reprimidos, pues son igualmente conflictivos y amenazantes de nuestra autoimagen.


3. Para Freud el tiempo del inconsciente tiene una lógica peculiar. Todo lo vivido queda registrado en el inconsciente. Las presencias más decisivas son desde luego las más tempranas. La “vigencia del bebé en el adulto” (M. Klein) es definitiva. Sucesos y sentimientos muy tempranos tienen una influencia permanente que es reactualizada en la medida en que la experiencia temprana es la matriz del psiquismo humano. De otro lado, las elaboraciones del inconsciente no siguen la pauta de la razón diurna o formal. Las cosas son y no son al mismo tiempo, y lo inverosímil recurre permanentemente. El sueño es una psicosis momentánea. Casi, una alucinación.


4. Lo reprimido lucha por su realización según la lógica del deseo. En lo reprimido está la huella de lo que nos hace falta, aquello que moviliza nuestra fantasía. En la fantasía se elabora la pulsión de manera que se nos aparecen nuestros deseos. Lo inconsciente-reprimido resurge en los sueños, en los actos fallidos, en los lapsus, en los actos no pensados, en las somatizaciones, en el síntoma. No obstante, el sueño es el producto más característico del inconsciente. El sueño es la realización imaginaria de un deseo, una narrativa que apacigua a quien duerme, permitiéndole la continuación del reposo. Aún en el sueño, la censura está presente, el sujeto no reconoce sus deseos porque éstos están sometidos a una “deformación onírica” o “trabajo del sueño” que hace que el “contenido manifiesto” aparezca como un enigma. No obstante, en la medida en que el sueño es una realización vicaria de los deseos reprimidos, produce tranquilidad y sosiego.


5. El inconsciente entendido como lo reprimido se instituye a partir de la represión social que convoca a los individuos a invisibilizar partes de sí, pues, se supone, que eso, lo reprimido, no debería existir. El individuo sería un monstruo si eso existiera. El niño se ve convocado, por ejemplo, a invisibilizar o negar el odio que también siente a sus padres. Este odio apunta a un deseo de destrucción y de violencia que sólo puede escenificarse y/o realizarse de maneras muy sutiles. Ocurre lo mismo con el deseo incestuoso por los padres y/o hermanos. La criatura humana tiene pulsiones, no instintos. Las pulsiones son reconducidas, bloqueadas o estimuladas por la sociedad a partir de la internalización de la autoridad, del súper-yo, de los mandatos sociales. Por eso Lacan dice que el inconsciente es el discurso del otro. Por eso podemos pensar que el inconsciente se desarrolla, sobre todo, con la conciencia moral, con la vigilancia permanente de nuestro mundo interior, para que de éste no emerjan sentimientos o conductas socialmente condenables.


6. En muchos de los escritos de Freud se insinúa una visión más compleja del inconsciente. El inconsciente sería una dimensión permanente de la vida humana. Dimensión que tiene que ver con el cuerpo, las sensaciones y los afectos. Entonces, el inconsciente no es tanto un depósito, sino un flujo activo y permanente, que rodea lo que podría llamarse el foco de nuestra atención conciente. Esta atención consciente remite a palabras e ideas, a un diálogo interior reflexivo. El inconsciente fluye, la conciencia retrocede, examina, duda.


7. El inconsciente es, pues, un proceso con un sujeto. Hay, pues, un sujeto del inconsciente. El inconsciente registra la realidad y “trabaja”. Esto significa que percibimos mucho más de aquello que nos damos cuenta. El inconsciente es extraordinariamente sensible. Capaz de registrar impresiones que escapan a nuestra conciencia, pero que de todas maneras ingresan en nuestro mundo interior. El inconsciente recoge una cantidad abrumadora de información que es filtrada por la conciencia, de manera de que sólo convertimos en pensamiento una fracción mínima de nuestras sensaciones e impresiones. En este contexto, la intuición puede ser comprendida como la súbita toma de conciencia de algún contenido inconsciente que ha escapado a la censura o a la definición de irrelevancia.


8. La experiencia inconsciente afecta nuestro ánimo, conciencia y conducta de maneras que no sabríamos precisar. No obstante, a través del análisis es posible comprender nuestros movimientos anímicos, de manera de poder estar encima de las circunstancias y no dejarnos enredar en ellas. Ello implica un diálogo con el inconsciente que se desarrolla entre la condensación y la fragmentación. Es decir, de un lado recogemos e identificamos las variaciones en nuestro ánimo, y del otro, examinamos esos cambios anímicos reconstruyendo, a través de la asociación libre, la dinámica de nuestro inconsciente, las complejas secuencias causales que producen el mencionado estado anímico. En el transcurso de nuestra vida cotidiana registramos, pues, intensidades emocionales (angustia, ansiedad, ternura, atracción, odio, entre otras) que nos toman y que se ven seguidas de momentos en que se difuminan y descomponen. La vida cotidiana tiene como trasfondo una suerte de pulsación o ritmo que es justamente la base de nuestro mundo interior.
El diálogo con el inconsciente implica una libertad, una ausencia de miedo, y, en consecuencia, un desarrollo de la intuición. Ahora bien, este diálogo no está al alcance de las personas prisioneras de estructuras patológicas, de aquellos que tienden a reiterar las mismas claves interpretativas, de manera que en su diálogo interior no se llega a tomar en cuenta lo que está registrado por el inconsciente. El individuo paranoico, por ejemplo, se cree siempre bajo sospecha, vigilado. Tenderá a responsabilizar a un “otro malvado” de sus cambios anímicos, no podrá acceder a la verdad de lo que realmente ocurre dentro de sí.


9. La libertad en el diálogo con el inconsciente, que no es otra cosa que una presencia más plena de sí ante sí mismo, permite establecer un diálogo con el inconsciente del otro. Es decir, una comunicación entre inconscientes por medio de la cual los individuos desarrollan vínculos empáticos que les permiten saber lo que está pasando “dentro” del otro. Este es el vínculo que fundamenta la relación terapéutica. La disposición del analista es una “atención libre flotante”. Es decir, no piensa nada en especial, se deja llevar por las impresiones que le produce la comunicación de su analizante. Trata de reconstruir la deriva de su inconsciente, el tren o cadena implícita de emociones y sentimientos. Por su parte, el analizante se deja llevar por la “asociación libre”. O sea, dice lo que se le ocurre sin pensar, sin censuras ni propósitos. La comunicación inconsciente pasa, pues, por la sensibilidad y la sintonía empática más que por la conceptualización. Se genera, así, una experiencia emocional que es analizada de manera que el analizante comienza a tomar conciencia de las exigencias de su inconsciente. En una sesión, por ejemplo, el analizante puede estar proyectando sobre el analista la figura del juez y del verdugo. Quiere ser censurado, castigado, pues siente que ha hecho mal. Piensa que de esta manera se sentirá limpio, libre. Desde luego que el analista no debe responder a esa exigencia del analizante. Debe devolverle conceptualizada su pretensión o necesidad de ser juzgado y castigado. La (auto)punición supone reiterar una presunción de culpabilidad que debe ser cuestionada. Yo siempre meto la pata, todo lo malo que ocurre es culpa mía… El analizante debe liberarse de sus certidumbres, lograr ese diálogo interior que pacifica y enrumba a una acción eficaz.


10. El deseo y la falta no son lo mismo pero tampoco son diferentes. En conjunto la dinámica del deseo y la falta determinan la dinámica o lógica del inconsciente. La falta señala el objeto del deseo. Se trata de una sensación de carencia que brota de una esperanza de completud. Entonces ese afán de completud que es la falta moviliza hacia la búsqueda de algún tipo de satisfacción que haga desaparecer la falta. Hasta aquí parece similar al deseo. No obstante la palabra “falta” es equívoca pues expresa tanto lo que se quiere pero no se tiene; como también lo que no está de acuerdo a la ley. Es decir, una transgresión. Este doble significado nos advierte de que la falta no apunta necesariamente a nuestro deseo. En efecto, la falta puede ser una manera de obturar la realidad de un desconocimiento del deseo. Es decir, una manera apresurada de desear, de encubrir la nada. Desear algo en vez de desear nada es ciertamente mejor. La ilusión tapa la depresión. No obstante, detrás de la nada que la falta encubre se encuentra el verdadero deseo. Más personal, reprimido e inaccesible que la falta. La falta tiende a ser viciosa, es una solución automática al sentimiento de carencia. El deseo supone un contacto más profundo con nuestro ser en el mundo. Entonces para llegar al deseo es necesario atravesar la ansiedad que produce la falta. La falta apunta a un modo estereotipado de satisfacción, a una fantasía más venida desde lo social que surgida desde la entraña de lo personal. Me falta un trago… Me falta ropa… Me falta sexo… El deseo está anclado en la historia personal. Claro que, de otro lado, el deseo alimenta la sensación de falta, la expectativa de su satisfacción. Entonces se trata de enraizar la falta en el deseo. Quizá la palabra anhelo se sitúa más cerca del particularismo del deseo que del automatismo de la falta.


11. Freud piensa que el sueño es el cumplimiento apaciguante de un deseo. Entonces la narrativa onírica es impulsada sobre todo por el deseo. El insomnio correspondería a la dificultad para elaborar deseos son tan conflictivos que el inconsciente anticipa el fracaso del trabajo del sueño. Entonces, el miedo a no poder dormir no deja dormir. El sueño como reparación momentánea de nuestra vida no puede producirse. El miedo a confrontarse con algo horroroso nos quita el sueño. Pero no hay otro camino para llegar al deseo que pasar por la confrontación, vencer el miedo. Dejar ser las fantasías. Resistir la ansiedad.


12. Lacan nos exhorta a no ceder nuestro deseo. En el seminario VII (La ética en el Psicoanálsis) exige valor y coraje. Hay que enfrentar el miedo pues no hay otro modo de dejar ser al deseo. Entonces cabe preguntarse: y qué pasa si estamos habitados por un deseo asesino. Si el resentimiento y el odio son tan poderosos… Creo que la única respuesta sensata es “elaborar” el odio. Esto significa ironizarlo, tomar distancia de él. Y, sobre todo, buscar formas sucedáneas para su realización. Después de todo nada importante se puede hacer sin rabia. Renunciar a la ira es hundirse en la impotencia. Impedir la ira es atrincherarse en el odio. Y no vivir es más fácil que arriesgarse a amar.


13. Clarice Lispector se plantea el tema en Aprendizaje o el libro de los placeres. Se trata de una novela de aprendizaje del amor. Nuestra condición natural es estar perdidos. Solo un difícil peregrinaje nos puede conducir a la vida. Lori, la protagonista está dirigida a un destino que no desea. De una familia de mucho dinero, única mujer entre cinco hermanos, está encaminada a ser un adorno sufriente. A no vivir. “La humanidad era para ella como una muerte eterna que no tenía sin embargo el alivio final de morir”. Pero ella se rebela. No quiere vivir muriendo. Tendrá que aprender a vivir y ello significa ante todo dejar que su ira sea: “La fuerza de la destrucción aun se contenía y no entendía porque vibraba de alegría por ser capaz de semejante ira. Es que estaba viviendo. Y no había peligro de destruir realmente a nadie o nada porque la piedad era en ella tan fuerte como la ira: entonces quería destruirse a sí misma que era la fuente de esa pasión”. No evitar el dolor es la única manera de no quedarse fijada en el martirio.. “El corazón tiene que presentarse delante de la Nada solo y solo golpear en el silencio con una taquicardia en las tinieblas”. Pero también se trata de aceptar el placer. Hay que tener mucha fuerza para hacerlo. “Y quien no tuviera fuerza para tener placer, que antes cubriese cada nervio con una película protectora , con na película de muerte para poder tolerar la grandeza de la vida. Esa película… era lo que ella hacía… El placer era nosotros” En un momento Lori improvisa la siguiente oración:


“… dijo en voz baja, severa, triste, tartamuedeando su oración con un poco de pudor: alivia mi alma, haz que sienta que Tu mano está cogida de la mía, haz que sienta que la muerte no existe poruqe ya estamos en verdad en la eternidad, haz que sienta que amar no es morir, que la entrega de sí mismo no significa la muerte, haz que sienta una alegría modesta y diaria, haz que no Te indague demasiado, porque la respuesta sería tan misteriosa como la pregunta, haz que me acuerde de que tampoco hay explicación de por qué el hijo quiere el beso de su madre y aún asi quiere y aún así el beso es perfecto, haz que reciba el mundo sin temor pues para ese mundo incomprensible fui creada y yo misma también incomprensible, entoces es como existe una conexión entre ese misterio del mundo y el nuestro, pero esa conexión no es clara para nosotros mientras queramos entenderla, bendíceme para que viva con alegría el pan que como, e sueño que duermo, haz que tenga claridad hacia mi misma pues si no, no podré sentir que Dios me amó, haz que pierda el pudor de desear que en la hora de mi muerte haya una mano humana para apretar la mía, amén.”